Materiales y documentos para el estudio de la catequesis

Archivo para enero, 2003

NUEVOS RETOS A LA CATEQUESIS HOY- ALBERICH E., Catequesis evangelizadora, Manual de Catequética fundamental, Quito, Abya Yala, 2003.

NUEVOS RETOS A LA CATEQUESIS HOY

El problema catequético en el contexto cultural y pastoral de nuestro tiempo

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Power Point NUEVOS RETOS A LA CATEQUESIS HOY

Power Point NUEVOS RETOS A LA CATEQUESIS HOY

Parece oportuno que una reflexión sobre la identidad y tarea de la catequesis hoy, parta de la observación atenta de la situación concreta en la que se encuentra, no sólo la catequesis, sino todo el conjunto de la acción de la Iglesia en el mundo ac­tual. Se evita así que la reflexión se quede en lo abstracto, lejos de los problemas y de los retos que concretamente lanza a la acción pastoral de la Iglesia el contexto sociocultural.

1. La situación actual: luces y sombras

Una mirada a la concreta situación de la pastoral y de la catequesis, en la ma­yor parte de nuestros países, arroja un balance que podemos considerar pro­blemático. Más de cuarenta años después de la conclusión del Concilio Vaticano II (1962-1965) cabe preguntarse: ¿dón­de queda la renovación de la cateque­sis, promovida primero por el movi­miento catequético y después en el pe­ríodo conciliar y posconciliar? ¿Se ha conseguido la esperada reforma, o hay que admitir que muchas esperanzas han quedado defraudadas? ¿Funciona hoy la catequesis? ¿Tiene futuro la cate­quesis en la Iglesia?

1.1. La gran esperanza del cambio conciliar

El Vaticano II ha sido sin lugar a dudas el evento eclesial más importante del siglo XX, y aunque sobre el tema de la cateque­sis ha dicho más bien poco, su impacto real en el ámbito catequético ha sido deter­minante y profundo. Se trata del influjo so­bre todo indirecto, pero no menos decisi­vo, de todo el conjunto del pensamiento conciliar, que ha revisionado en forma consistente los elementos básicos de la identidad de la catequesis,es decir, su ob­jeto o contenido (la palabra de Dios), su objetivo (la fe como respuesta a la palabra) y el polo institucional y comunitario (la Iglesia). Basta pensar en los grandes documentos conciliares relativos a estas tres realidades: la palabra, la fe y la Iglesia (DV, AG, LG, GS).

Se puede decir que el Concilio ha traí­do consigo un nuevo modo de comprender la catequesis,[1]poniendo punto final a toda una época, la edad moderna, caracteriza­da por el uso preponderante de los catecis­mos y por la importancia dada a la memo­rización de las fórmulas catequísticas. La reforma conciliar invita a volver a la fuen­te primaria de la palabra de Dios, a refle­xionar sobre ella en función de la educa­ción y crecimiento de la fe y a ubicar la ca­tequesis en un proyecto renovado de Igle­sia.

El período posconciliar, al menos hasta los años 80, ha sido un tiempo de enorme fecundidad y búsqueda en campo catequé­tico. Con el impulso de las ideas concilia­res surgió todo un conjunto de iniciativas, reflexiones y problemas que fueron deli­neando el «nuevo rostro» de la catequesis, con algunos rasgos característicos que por muchos años han dominado la escena ca­tequética: primacía de la evangelización, redescubrimiento de la Biblia, dimensión antropológica, sensibilidad socio-política, prioridad de los adultos, centralidad de la comunidad, irrupción del audiovisual y de los medios, etc. Toda una serie de activida­des, documentos, congresos y publicacio­nes ha marcado el camino de una renova­ción que deseaba responder a los nuevos retos de una sociedad profundamente cambiada.

Conjunto de iniciativas que fueron delineando el nuevo rostro de la Catequesis:

    • primacía de la evangelización,
    • redescubrimiento de la Biblia,
    • dimensión antropológica,
    • sensibilidad socio-política,
    • prioridad de los adultos,
    • centralidad de la comunidad,
    • irrupción del audiovisual y de los medios

Pero hoy surge espontánea la pregunta: ¿dónde estamos? ¿han dado sus frutos estos esfuerzos de renovación? Una mirada a la práctica catequética actual nos muestra un panorama muy rico y complejo, lleno de aspectos positivos y negativos.

1.2. La situación actual de la catequesis: un sistema en crisis

En la situación pastoral y catequética actual no faltan ciertamente las luces, es decir, experiencias positivas, prometedo­ras, abiertas al futuro: el boom de los cate­quistas laicos, la floración de nuevas for­mas de comunidad, de ministerios laicales, el aumento de la demanda de formación religiosa, formas nuevas de estudio y lectu­ra popular de la Biblia, el auge impresio­nante de itinerarios catecumenales, avan­ces en el protagonismo de la mujer, expe­riencias de catequesis familiar, de diálogo intercultural e interreligioso, etc. Todo esto es motivo de esperanza y signo anunciador de una realidad eclesial que silenciosa­mente crece desde la base.[2]

Pero hay que reconocer que, en su for­ma masiva y tradicional, la catequesis muestra hoy signos evidentes de una grave crisis.[3]Se constatan no pocos síntomas de un malestar y una insatisfacción que deno­tan la existencia de un problema muy se­rio. Se puede decir que el «sistema» tradi­cional de la catequesis no funciona bien, no produce los frutos deseados. Basta pen­sar en algunos hechos y problemas bien conocidos:[4]

Crisis del proceso tradicional de iniciación cristiana

Es una constatación preocupante: en muchos lugares la catequesis de iniciación en realidad no «inicia» sino que, paradóji­camente, «concluye». Es el fracaso del pro­ceso tradicional de iniciación cristiana. Con frecuencia la confirmación (llamada «el sacramento del adiós» o «el último sa­cramento») coincide para muchos jóvenes con el final de la práctica religiosa, y tal vez de la fe cristiana. En algunos lugares la primera comunión se ha convertido, de he­cho, en la «última comunión». He aquí la paradoja y el fracaso: el proceso de «ini­ciación» cristiana llega a ser para muchos un proceso de «conclusión» de la vida cristiana.

Crisis del lenguaje y mensaje catequéticos

El lenguaje de la comunicación cate­quética sigue siendo una cuestión pendiente.[5] Con frecuencia la catequesis no logra presentar el mensaje cristiano de ma­nera convincente y significativa para nues­tros contemporáneos. Desde muchos pun­tos de vista, hay que reconocer que la ca­tequesis tradicional no es significativa y no comunica. Un documento catequético lati­noamericano lo expresa de forma paradó­jica:

«Uno de los problemas más graves que en­frenta hoy la catequesis es el de la comuni­cación. En la Iglesia hay una gran incomo­didad, porque su forma de comunicar el evangelio suele ser pobre y sin calidad. A menudo se tiene la impresión de que utiliza lenguajes que nadie entiende, se dirige a auditorios que ya no existen y responde a preguntas que nadie tiene o a problemas que nadie vive» (CAL 131).

En gran parte la catequesis no comuni­ca un mensaje comprensible y significativo para los hombres y mujeres de hoy. Tene­mos un ejemplo en el ámbito de los subsi­dios catequéticos y de los catecismos, in­cluso oficiales. No faltan esfuerzos genero­sos y resultados apreciables, pero constata­mos que muchos instrumentos catequéti­cos son buenos desde el punto de vista bí­blico y teológico, pero inadecuados y po­co eficaces desde el punto de vista cate­quético.

Pocos avances en la catequesis con adultos

La catequesis, en casi todas nuestras comunidades, sigue siendo sobre todo ca­tequesis infantil. Desde hace años se insis­te en la urgencia de la catequesis de adul­tos (DGC 59. 275), para favorecer el creci­miento de una fe adulta en una Iglesia adulta. Pero la realidad queda todavía muy lejos y la catequesis de adultos avanza con dificultad, mientras que la mayor parte de los esfuerzos catequéticos siguen siendo para niños y adolescentes. De ahí el carác­ter a menudo infantilizante de la cateque­sis, que queda muy lejos de las exigencias de una fe adulta en el mundo de hoy.[6]

Insuficiente formación de catequistas y agentes pastorales

Pese a los innegables esfuerzos en el campo de la formación, se debe reconocer que nuestra pastoral se resiente por la falta de adecuada formación en sus agentes y responsables.El problema adquiere relie­ve preocupante en el caso de los sacerdo­tes y seminaristas, que por lo general ado­lecen de una falta crónica de preparación adecuada en el ámbito pastoral en general y catequético en especial.Pero también la formación de los catequistas, a pesar de loables iniciativas, deja mucho que desear y queda muy lejos de responder a las nece­sidades actuales.

1.3. Dificultades en la práctica pastoral

También en el amplio contexto de la praxis pastoral nos encontramos hoy con serios y acuciantes problemas. Natural­mente, se dan muchos logros y experien­cias positivas, pero muchos puntos críticos dan que pensar. Recordamos algunos.

Crisis de la transmisión de la fe y de la socialización religiosa

Estamos ante una crisis muy seria, tanto del proceso de socialización educati­va en general como de la transmisión reli­giosa en particular. En la Iglesia, concreta­mente, la quiebra en la transmisión de la fe provoca un fallo alarmante de relevo generacional.

En un contexto bastante generalizado de «ausentismo educativo» y de «cultura de la libertad»,se constata un grave va­cío en las propuestas y en la eficacia de la educación. Los mecanismos de transmi­sión de las creencias y valores fallan en las agencias educativas tradicionales. Si en tiempos pasados estas agencias – familia, escuela e Iglesia – ejercían una influencia decisiva, hoy son sobre todo la cultura ambiental y los medios de comunicación los que triunfan como agencias socializadoras. Y esto afecta particularmente a la co­municación religiosa:las convicciones y comportamientos religiosos ya no pasan fácilmente de una generación a la otra.

El sueño ideal de la evangelización

La opción evangelizadora ya hace tiem­po que ocupa el centro de la atención pas­toral de la Iglesia, pero cabe preguntarse hasta qué punto se traduce de hecho en praxis eclesial eficiente:

«llevamos dos o tres décadas proclamando que es la hora de la evangelización, de la “nueva evangelización”, pero todo se queda en ríos de palabras y discursos, y la evange­lización no progresa, porque somos incapa­ces de poner a la Iglesia, de ponernos a no­sotros mismos en estado de evangelización» [7].

Todo da a entender que, en la práctica concreta, no se va más allá de una serie de pequeñas adaptaciones y añadiduras que en el fondo siguen manteniendo el estilo tradicional de «cristiandad» heredado del pasado. El ambicioso proyecto de la evan­gelización, o de la «nueva evangeliza­ción», sigue siendo en realidad un ideal pastoral que queda todavía por realizar.

Separación entre fe y cultura

Hoy en la Iglesia es bastante unánime la denuncia de la distancia impresionante que existe entre la comunicación de la fe y la cultura de nuestro tiempo, como ya hi­ciera en forma lapidaria Pablo VI: «la rup­tura entre Evangelio y cultura es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo» (EN 20). Nuestra experiencia pastoral y religio­sa adolece de un grave desfase cultural que compromete seriamente la eficacia del anuncio evangélico y del testimonio cristiano.[8]

La pastoral sacramental: ¿un callejón sin salida?

Este sector pastoral, visto en su conjun­to, suscita perplejidades. Bautizos, prime­ras comuniones, bodas, funerales, aniver­sarios: estamos ante ceremonias y ritos sa­grados que no parecen corresponder a una vivencia real de fe cristiana. Si los sacra­mentos son de por sí «signos de fe», los agentes pastorales saben cuán difícil es querer ofrecer sacramentos a quienes pi­den un rito de paso o el cumplimiento de un imperativo social. Hay una despropor­ción tal entre «demanda» y «oferta», en es­ta «negociación» pastoral, que al final que­da muy a menudo una sensación de amar­gura y de frustración.

1.4. Ahondando más: ¿tiene futuro el cristianismo?

Decididamente, la situación religiosa actual es compleja, variada, muy proble­mática. Fenómenos como la disminución masiva de la práctica religiosa, la seculari­zación, la desafección de los jóvenes, la escasez de vocaciones y la crisis de credi­bilidad de la Iglesia hacen pensar en un ocaso quizás irreversible de la vida cristia­na en muchos países. Por eso se habla, so­bre todo en Europa, de crisis profunda del cristianismo.

Al respecto no faltan diagnósticos preo­cupados, alarmantes.[9] Se habla de crisis profunda, crisis de la Iglesia, «verdadera catástrofe», «crisis de Dios» (Gotteskrise: J.B. Metz). Se recurre a las imágenes del eclipse, del invierno, de la demolición. El cristianismo, se dice, se parece a los anda­mios que han servido para la construcción de la cultura occidental, pero que ahora son ya inútiles; o a un conjunto de bellas ruinas que se admiran en un museo o que se utilizan como piezas ornamentales. Hay quien se pregunta si seremos nosotros qui­zás los últimos cristianos.

En algunos lugares el catolicismo pare­ce estar en decadencia, en retirada, mien­tras que otras denominaciones, como los protestantes y evangélicos,[10] o como el Is­lam, aumentan sus prosélitos.[11] A nadie se le oculta la quiebra, a veces vertiginosa, de la práctica y creencias religiosas,[12] la ex­pansión de las sectas, la difusión en la so­ciedad de un neopaganismo ambiental y de la cultura de la indiferencia religiosa.[13] Por lo que se ve, el problema de la cate­quesis se enmarca hoy en un contexto pro­blemático de insospechadas proporciones.

2. Un intento de interpretación: ¿por qué todo esto?

Frente a una situación tan problemática nos preguntamos: ¿por qué todo esto? ¿por qué el «sistema» pastoral y catequético funciona tan mal? ¿qué está pasando?

2.1. Algunas explicaciones insuficientes

Naturalmente las respuestas a estas pre­guntas son y pueden ser muchas. Algunas se nos antojan claramente insuficientes, in­cluso banales. Como éstas:

  • La culpa es sobre todo del mundo y de la cultura de hoy. La sociedad y la nue­va cultura ignoran prácticamente la di­mensión religiosa.
  • La responsabilidad se debe buscar den­tro de la realidad eclesial y pastoral. En el fondo, la culpa es de la Iglesia, de los sacerdotes, de la pastoral, de la cate­quesis.
  • La culpa es de los destinatarios de la obra catequética, jóvenes y familias, que no están bien dispuestos ni verda­deramente interesados en la vida de fe. Nosotros somos vendedores de un producto que nadie quiere.
  • Todo esto ocurre porque hemos aban­donado la catequesis sistemática tradi­cional. La culpa la tiene en el fondo la transformación catequética posconci­liar.
  • No hay que dar importancia al aleja­miento de los jóvenes: ¡ya volverán!

Aún teniendo en cuenta la parte de ver­dad que estas posiciones contienen, no pa­rece posible dar respuestas tan simples y perentorias. Ciertamente la situación es muy compleja y muy variados los factores en juego. La crisis de la catequesis no se debe atribuir solo a la catequesis, ni sola­mente a la acción pastoral. Se impone una consideración en cierto modo «sistémica», que no pierda de vista la complejidad de la situación y haga un esfuerzo serio de aná­lisis e interpretación.

Y no solo el contexto, el «campo del mundo» (DGC 17-23), se presenta hoy enormemente transformado respecto al pa­sado, sino también el mismo hecho religio­so, en sus varias manifestaciones, aparece hoy profundamente cambiado. De aquí la necesidad de una consideración atenta de los distintos factores implicados en el pro­blema.

2.2. Factores sociopolíticos y económicos

En estos ámbitos nuestra sociedad está caracterizada -aunque en forma distinta según los países – por todo un conjunto de transformaciones que delatan un dinamis­mo acelerado difícilmente controlable. Algunas manifestaciones del cambio son bien conocidas, y bastará recordarlas: la globalización; la complejidad y pluralismo de la sociedad; el desequilibrio e injusticia en la distribución de la riqueza; el desarro­llo científico y tecnológico; la comunica­ción social y mediática; la transformación de la familia y de las instituciones; la ex­plosión de los nacionalismos, fundamenta­lismos y formas variadas de intolerancia; el (des-)orden económico internacional, etc.

2.3. Los cambios culturales

La acción pastoral de la Iglesia queda siempre condicionada por el contexto cul­tural en que se desarrolla. De ahí la nece­sidad de conocer e interpretar adecuada­mente la situación cultural de cada país o región, los cambios y tendencias que pre­senta, los retos que lanza a la misión cris­tiana.

No podemos ilustrar aquí detallada­mente los rasgos de una situación tan com­pleja, que asume contornos originales en cada región de nuestro mundo y que, en opinión de muchos, presenta los síntomas de una profunda crisis cultural.[14]Pero po­demos reseñar algunas mega-tendencias que, de una forma u otra, interesan hoy por hoy a todos los continentes (cf Santo Do­mingo 252). Nos referimos a las transfor­maciones culturales relacionadas con la modernidad, la posmodernidad y la socie­dad mediática.[15]

  • Grandes retos a la fe cristiana y a la Iglesia contienen los valores y exigen­cias de la modernidad: la seculariza­ción, la racionalidad científica y técni­ca, la emergencia del sujeto, el sentido de la democracia, el deseo de participa­ción. Un diálogo sincero y efectivo en­tre la fe cristiana y la modernidad es to­davía en gran parte una cuestión pen­diente.
  • También la «posmodernidad», en cuan­to reacción contra los excesos y mitos de la modernidad, interpela la concien­cia cristiana con sus características, que contienen aspectos negativos pero también nuevas oportunidades: la crisis de las ideologías y de los «megarelatos», el «pensamiento débil», la crisis de los va­lores y de identidad, la ausencia de sen­tido histórico, el gusto de la fragmenta­ción y de la provisionalidad.
  • Finalmente, el mundo fascinante y am­biguo de la sociedad mediática y de la comunicación, con su influjo enorme y sus transformaciones culturales, lanza a no dudar un reto de gran envergadura al cristianismo y a sus expresiones tradi­cionales.

Dentro del contexto de las transforma­ciones culturales ocupa un lugar particu­larmente importante para nuestro tema la situación del hecho religioso en la socie­dad actual.

2.4. La religión hoy: transformaciones y ambigüedades

Es muy curiosa la situación del hecho religioso en el mundo actual. Si por un la­do es evidente la pérdida de relevancia so­cial de la religión, hay que constatar por otro lado la persistencia y «retorno» del sentimiento religioso, un cierto «renaci­miento de lo sagrado»,[16]tanto en las ex­presiones de la religiosidad popular como por la difusión de nuevas sectas y movi­mientos religiosos. De ahí que, en vez de utilizar categorías interpretativas negativas y totalizantes («secularización», «descris­tianización», «eclipse de lo sagrado», etc.), sea más objetivo hablar simplemente de «transformación» del hecho religioso, de «recomposición» de la religión,de «tran­sición religiosa»,de «metamorfosis de lo sagrado».[17]

He aquí una forma de caracterizar la si­tuación religiosa actual, sobre todo en los países de tradición cristiana, en relación con algunos aspectos típicos de nuestra so­ciedad:

En una sociedad secularizada: la religión pierde relevancia social

La religión y la fe cristiana, considera­das por tanto tiempo como un valor funda­mental para la vida, se presentan hoy al contrario como un producto depreciado y poco significativo. Vivir de fe y vivir la fe es algo de lo que se puede prescindir sin gra­ves inconvenientes. La vida sigue otros de­rroteros, la solución de sus problemas se busca en otros lugares. Muchas personas, sobre todo jóvenes, viven una experiencia de alguna manera sorprendente: que es po­sible abandonar la fe y la práctica religiosa sin que pase nada, sin sentir las conse­cuencias negativas que teóricamente debe­rían seguir a un paso tan grave. La fe es al­go de lo que se puede prescindir. Y no se sabe cómo responder a preguntas de fondo como éstas: ¿para qué ser cristiano? ¿vale la pena?

Frecuentemente se responde a esta difi­cultad con formas más o menos explicitas de abandono, de distancia respecto a las convicciones y comportamientos cristia­nos. Se dan casos de rechazo explícito, de negación atea o de irreligiosidad declarada, pero es mucho más frecuente la indiferen­cia religiosa de quién simplemente prescin­de del problema religioso, organizando la propia vida al margen de cualquier preocu­pación o sensibilidad por el tema.

Pero la secularización trae consigo tam­bién aspectos positivos: obliga a verificar, purificar y profundizar la propia identidad religiosa.

En una situación de pluralismo: la religión, una opción entre muchas

En una sociedad plural y compleja, el «mercado» religioso se presenta lleno de variados productos, viejos y nuevos, atrac­tivos y ambiguos. Sin el estado de mono­polio que poseía antes, la fe cristiana resul­ta ser un producto entre muchos, en com­petencia con otras propuestas alternativas. La opción cristiana ya no es la única posi­ble y se ve obligada a ganarse la clientela. Y hasta en cierto sentido el «producto» ca­tólico se ve desventajado, puesto que to­dos creen conocerlo bien.

El pluralismo produce en muchas per­sonas confusión y perplejidad, ya que las distintas ofertas culturales parecen poseer argumentos semejantes de merecimiento. Muchos caen entonces en formas diferen­tes de agnosticismo: sienten quizás la im­portancia del tema religioso, pero quedan paralizados y perplejos ante la imposibili­dad de dar una respuesta convincente.

Pero el pluralismo, y esto es un aspecto positivo, obliga a reflexionar y a elegir, siempre que se de una verdadera libertad religiosa. De hecho, la religión se presenta hoy como el espacio por antonomasia de la libertad,y esto supone para todos el deber y el derecho de encarar el problema religioso de manera personalizada y libre.

Ante la crisis de las instituciones: la religión oficial poco creíble

La actual crisis de los sistemas e institu­ciones, incluso religiosas, hace que sus mensajes resulten desacreditados, poco creíbles. En el ámbito católico, sobre todo entre los jóvenes, la Iglesia como institu­ción no goza de gran estima y credibilidad,[18]y la religión oficial es percibida a menudo como un producto descalificado y mal administrado. Hay quien dice que, aunque el «producto» ofertado es en sí de gran calidad (el Evangelio), no lo es en cambio su difusión y comunicación por parte de la empresa que lo administra (la Iglesia).[19]

Esta crisis explica la difusión de una re­ligiosidad en cierto modo salvaje, desliga­da de las Iglesias oficiales.33 Muchos viven la pertenencia eclesial de manera muy subjetiva: no se atienen a las normas del magisterio eclesiástico, sino que seleccio­nan personalmente los aspectos que quie­ren aceptar. Esta «desregulación del creer»[20]es típica de muchos creyentes, in­cluso practicantes, que viven en forma par­cial las creencias y prácticas religiosas (asistencia a misa, sacramentos, etc.) y las normas morales (sobre todo en el sector de la moral sexual y familiar).

Otros adoptan posiciones sincréticas de aceptación de formas religiosas no cristia­nas, sobre todo en el ámbito de los nuevos movimientos religiosos, mezclando ele­mentos cristianos con otros de diferente procedencia (sectas, New Age, movimien­tos esotéricos, etc.).[21]

Pero también a este respecto cabe re­saltar algunos elementos y aspectos positi­vos. Las Iglesias en efecto se ven estimula­das por esta crisis a hacer un serio examen de conciencia y a adoptar una voluntad decidida de reforma. Para los creyentes, por otro lado, se impone un talante más critico y más adulto en la propia pertenen­cia religiosa.

En la cultura posmoderna: la religión, experiencia «provisional»

En una sociedad tentada por la frag­mentación y la crisis de valores, la religión corre el riesgo de ser reducida a un pro­ducto «de usar y tirar». Son frecuentes las adhesiones parciales, provisionales, fragmentarias. Dan miedo los compromisos a largo plazo, las verdades y valores definiti­vos. Se prefiere la opción provisional y la experimentación. Muchas personas cam­bian de «religión» con relativa facilidad durante la vida.

El resultado es una fuerte subjetiviza­ción de la propia religiosidad, por la que se vive una aceptación parcial y condiciona­da, a través del filtro de las apetencias per­sonales. Cada uno se fabrica así una espe­cie de «religión a la carta» (religión «do it yourself» o «patch-work») y «se cocina su propio plato religioso»,de manera frag­mentaria y hasta contradictoria.

En todo esto no faltan los aspectos po­sitivos: superación de algunos dogmatis­mos, personalización de la fe, revaloración de la experiencia, etc.

Ante la separación entre fe y vida, fe y cultura: la religión «in-significante»

Pero, tal vez, la razón más profunda de perplejidad provenga hoy de la separación o divorcio que muchos experimentan entre fe y vida, entre fe y cultura. La fe aparece como extraña e incompatible con la exi­gencias y valores de la cultura y de la vida. Muchos siguen apegados a tradiciones cristianas o a formas de piedad popular co­mo a una especie de tela de fondo o última referencia que no influye en las decisiones concretas e importantes de la vida. El ámbito de la fe, vivido y expresado en tér­minos culturalmente lejanos, resulta algo existencialmente vacío, éticamente insigni­ficante, culturalmente extraño y estéril.[22]

No es de extrañar que, en esta situa­ción, sean muchos los que prefieren elegir la vida y la cultura, abandonando la fe. O bien, queriendo mantenerse fieles a una tradición religiosa considerada importante, viven la fe cristiana de manera dualista, al margen de la vida, en una especie de es­quizofrenia religiosa. Se sienten pertene­cientes a dos mundos diferentes: el de la fe y el de la cultura de hoy, sin conexión ni diálogo.

Pero se trata también de una situación que puede acarrear no pocas ventajas. El reto que lanza es tan importante que debe­ría llevar a la búsqueda sincera de signifi­cado, a la activación del diálogo con las culturas, de la correlación entre fe y vida.

En la cultura mediática y digital: la reli­gión, realidad fluida, «virtual», «espectacular»

En el sistema dominante de la comuni­cación social y de los nuevos medios elec­trónicos, la experiencia religiosa queda fre­cuentemente reducida a propuesta margi­nal, insignificante, aplastada por una po­tentísima máquina socializante. En este mercado abierto de las ofertas culturales, la religión corre el peligro de aparecer co­mo un producto vistoso y fugaz, algo que hace espectáculo.

Por otro lado, los medios son portado­res de una nueva mentalidad y de una nue­va cultura llenas de riesgos para toda tarea formativa:

«Aunque pensados para la promoción hu­mana, […] abajan el nivel del gusto, defor­man la realidad, ofuscan la identidad cultu­ral de los distintos grupos étnicos o sociales. Promotores de una cultura de la emotividad que tiende a debilitar el sentido crítico del individuo, puestos al servicio de las exigen­cias comerciales de la demanda y oferta, degeneran en mera crónica de cuanto suce­de en el mundo sin dejar espacio a la refle­xión y acaban fomentando así comporta­mientos sociales como el conformismo, el pasotismo, la indiferencia».[23]

Los medios fomentan en gran parte una cultura fragmentaria y superficial: se consi­dera verdad, no lo que es verdad, sino lo que aparece; las cosas suceden solo en el momento en que los medios las presentan, comprometiendo la verdad y la profundi­dad de los problemas afrontados. Esta cultura inducida puede reforzar una men­talidad de consumo, también en el ámbito religioso.

Este cuadro de situación religiosa actual, aunque esquemática, hace ver la magnitud de los retos que el mundo de hoy lanza a la acción pastoral y a la comunicación de la fe. No faltan, como hemos visto, las posibilidades y aspectos positivos, pero dominan e interpelan sobre todo los elementos problemáticos. La respuesta pastoral no podrá ser ni fácil ni superficial.

3. LA RESPUESTA PASTORAL: ¿qué podemos ha­cer? ¿qué debemos hacer?

En una primera aproximación, veamos qué respuestas está ofreciendo y pensamos que deba ofrecer la Iglesia, interpelada por esta situación, al mundo de hoy, para lle­var a cabo su misión de anunciar y actuar el mensaje del Evangelio.

3.1. Algunas respuestas inadecuadas

Frente a la gravedad y complejidad de los problemas a que hemos aludido, no fal­tan posturas y respuestas pastorales clara­mente inadecuadas. Por ejemplo:

Distancia cultural y rutina pastoral

Es la posición de los agentes pastorales que infravaloran el factor cultural, sin com­prender sus transformaciones y tendencias, mientras siguen aferrados a la práctica tra­dicional sin el mínimo esfuerzo de análisis y evaluación. No se da un verdadero diálo­go cultural y la pastoral va adelante sin pla­nes de programación y evaluación, si­guiendo pautas rutinarias y tradicionales. Por su parte, la catequesis mantiene su es­tilo habitual, con el típico talante doctrinal y sistemático.

Demonización del mundo y de la cultura

Es la posición de quien ve la raíz de to­dos los males en la cultura y el mundo ac­tual. Es la actitud negativa que G.Adler re­sume así:

«La condena sin fisuras de una “cultura de muerte”, la restauración, la reducción hori­zontalista, la huída a la pura interioridad. Estas soluciones tienen el grave defecto, ya sea de rechazar la modernidad, ya sea de evitarla, o de sumergirse en ella sin espíritu crítico, relegando la religión a la esfera privada».[24]

Estas posturas, muy frecuentes, ahon­dan el surco de desconfianza recíproca en­tre la Iglesia y el mundo moderno, creando un verdadero obstáculo a los esfuerzos de la evangelización:

«Si la imagen de la Iglesia no atrae mucha simpatía, esto no es ajeno al hecho, según nos parece, de que la Iglesia por su parte ofrece a menudo al mundo una imagen muy negativa de sí misma. Desde este punto de vista, la poca simpatía del mundo hacia la Iglesia parece corresponder perfectamente a la poca simpatía de la Iglesia hacia el mundo».[25]

Cuando se condena y demoniza la si­tuación actual, frente a un mundo conside­rado perdido, lo normal es que se adopten posiciones fundamentalistas, integristas, doctrinalmente rígidas y llenas de nostalgia por el pasado. Los desenlaces a que se lle­ga son generalmente estos dos:

  • la cruzada y la reconquista, para «convertir» el mundo y recuperar espa­cios perdidos;
  • bien la huida del mundo, considera­do irrecuperable, para refugiarse en el nido seguro del grupo, del movimiento, de la secta.

3.2. Nuevas opciones pastorales

La conciencia eclesial responde hoy a los nuevos retos con algunas opciones bien conocidas, que enumeramos simplemente y que serán objeto de atenta consideración más adelante:

  • «Evangelización» (o «nueva evangeli­zación»), como opción pastoral priori­taria;
  • Pastoral misionera, como paso de una pastoral de conservación a una evange­lizadora;
  • Inculturación, para superar la separa­ción entre fe y cultura;
  • Personalización de la fe, como respues­ta a un cristianismo sociológico y con­vencional;
  • Comunidades, pequeñas comunidades, como sujeto eclesial y punto de refe­rencia.

Todo parece indicar que el futuro va por ahí. Estas «consignas» diseñan un nue­vo planteamiento pastoral, con la opción evangelizadora como fulcro de la nueva visión. Será importante no perderla de vis­ta al encuadrar el problema de la cateque­sis hoy. Pero no será fácil: la experiencia de las últimas décadas nos dice que estos imperativos pastorales, solemnemente pro­clamados, están muy lejos de ser llevados a la práctica. La apuesta es más exigente de lo que parece: nos pide un profundo cambio de mentalidad y una verdadera «conversión pastoral».

3.3. Perspectivas de futuro

Pensamos que en el fondo deba preva­lecer ante todo una actitud positiva, de abierta simpatía, hacia la cultura y el mun­do actual, y hacia la misión evangelizado­ra de la Iglesia. Esta actitud confiada pro­cede sobre todo de la fe en el amor de Dios hacia el mundo: «Tanto amó Dios al mun­do…» (Jn 3, 16)… Sabemos que Dios ama a este mundo, y que nuestra época no es me­jor o peor que las otras, es solamente dis­tinta. No tiene sentido pensar que el mun­do actual, con su cultura y sus problemas, esté más lejos del Evangelio que el de otras épocas.

Hacia un nuevo cristianismo

Eso sí, hoy se nos pide tomar muy en serio la crisis epocal del cristianismo y asu­mir la tarea de forjar un nuevo modo de concebirlo y vivirlo. La crisis es en gran medida de orden cultural e institucional, y por lo tanto, no del cristianismo como tal, sino de este cristianismo, de esta realiza­ción suya, histórica y concreta, que perte­nece al pasado y que reclama hoy una pro­funda revisión.[26]Y para ello pensamos que se deba buscar y promover un nuevo mo­delo de cristiano, un tipo renovado de co­munidad cristiana, un nuevo y convincen­te proyecto de Iglesia.

  • Ante todo la promoción de un nuevo modelo de cristiano. Algunos prefieren hablar de búsqueda de una nueva iden­tidad, de la necesidad de una nueva es­piritualidad cristiana. Hoy está en crisis el modelo tradicional del cristiano, la clásica figura del «buen cristiano» que resulta para muchos hombres y mujeres de hoy trasnochada, insostenible, sin sentido. Ya veremos cómo el perfil renovado del creyente reclama un modo nuevo de vivir la fe, de relacionarse con la Iglesia, con la cultura, con la sociedad.[27] Se presenta sobre todo como «creyente comprometido», más que co­mo «fiel practicante».
  • Se desea, además, la creación de un nuevo tipo de comunidad cristiana, es­pacio de fraternidad vivida y de palabra liberada, de talla humana, capaz de re­laciones profundas y auténticas. Se tra­ta de rehacer el tejido comunitario de la Iglesia, por medio de comunidades vi­vas y convincentes. Se piensa en el fu­turo de las parroquias y diócesis como auténtica «comunión de comunida­des».
  • Se tiende en definitiva a la promoción de un nuevo proyecto de Iglesia. La cri­sis de credibilidad de la institución eclesial y la desafección hacia la Igle­sia, sobre todo de los jóvenes, reclaman con insistencia una profunda reforma de la institución y la asunción de la perspectiva eclesiológica del Vaticano II. El modelo soñado de Iglesia presenta algunos rasgos característicos:
    • primacía de la fraternidad y de la comunión,
    • ac­titud desinteresada de servicio al Reino en el mundo,
    • opción preferencial por los pobres,
    • seria reforma institucional y superación del clericalismo, r
    • econoci­miento de las Iglesias particulares y de los carismas laicales,
    • eliminación de las discriminaciones intraeclesiales, etc.

Son temas de gran envergadura que volveremos a encontrar en el recorrido de nuestra reflexión catequética.

Conversión pastoral

Hay que reconocer que en general, a pesar de los esfuerzos y la buena voluntad, la práctica pastoral de las comunidades cristianas no ha caminado al paso de los tiempos, quedándose efectiva y afectiva­mente apegada a la situación de «cristian­dad». Por eso se siente la urgencia de un giro decidido hacia una nueva orientación pastoral, de una verdadera «conversión pastoral».

La pastoral tradicional, centrada sobre todo en la sacramentalización y en la prác­tica religiosa, no tiene futuro, no siendo capaz de asumir una opción realmente evangelizadora ni de responder a los nue­vos desafíos culturales. La opción por la evangelización, en una perspectiva misio­nera, preve como elementos básicos:

    • el pri­mer anuncio del Evangelio,
    • el diálogo en­tre fe y cultura,
    • la revisión valiente del pro­ceso de iniciación cristiana
    • y la promoción de comunidades vivas.

Todo esto en una actitud de simpatía y de comprensión fren­te al mundo de hoy, aunque sin renunciar a la justa tarea del discernimiento evangé­lico. Es un estilo pastoral que pide abando­nar sin lamentaciones toda visión eclesio­céntrica y todo deseo de reivindicación y reconquista de las posiciones perdidas, superando las frecuentes tentaciones, a que nos referíamos antes, de abandonarse al espíritu de cruzada, o de refugiarse en la rigidez fundamentalista, elitista o sectaria.

Un nuevo paradigma catequético

Finalmente, por lo que se refiere a la catequesis, una visión de futuro trae consi­go ante todo la serena convicción de que el modelo «tridentino», que en los últimos siglos ha dominado la escena catequética, está definitivamente superado. El estilo tradicional de la instrucción religiosa doc­trinal y moral, codificada en los numerosos catecismos de la edad moderna, pertenece al pasado y ya no responde a las exigen­cias y desafíos de la comunicación de la fe en el mundo de hoy.

Po­dremos comprobar que tanto el magisterio catequético oficial como la reflexión de catequetas y pastoralistas proponen hoy una nueva visión de la identidad de la ca­tequesis, el rostro de una catequesis reno­vada y evangelizadora, al servicio de una fe personalizada y madura y en función del nuevo modelo de cristiano, de comunidad y de Iglesia que los tiempos reclaman.

Podemos decir que la catequesis tiene, sí, un futuro, pero a costa de opciones verdaderamente audaces y comprometidas. Una buena dosis de fe, de valentía y de creatividad serán necesarias para quienes quieren avanzar con esperanza hacia los nuevos horizontes de la terea catequística.


[1] Cf ALBERICH E., La catequesis en el contexto del Concilio Vaticano II y el posconcilio, «Teología y Cate­quesis» (1993)45-48, 277-292. También en «Medellín» 18 (1992)72, 773-86.

[2] Cf DEPARTAMENTO DE CATEQUESIS DEL CELAM – DECAT, La Catequesis Latinoamericana: Logros, Li­mitaciones y desafíos, Santafé de Bogotá, Departamento de Catequesis del CELAM – DECAT 1997.

[3] VIOLA R. habla del «desmembramiento» de la catequesis en América Latina: VIOLA R., Salud y enfermedad de la catequesis, «Medellín» 23 (1997)89, 69-74.

[4] Véanse al respecto los agudos análisis de MARTIN VELASCO J., El malestar religioso de nuestra cultura, Madrid, Paulinas 1993; ID., La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea, Santander, Sal Terrae 2002.

[5] Cf MERLOS F., «Hablar de Dios con palabras humanas», en: SOCIEDAD DE CATEQUETAS LATINOAME­RICANOS (SCALA), Encrucijadas de la catequesis a la luz del Directorio General para la Catequesis, San José, Costa Rica, CONEC 1999, 34-35.

[6] Cf ALBERICH E.- BINZ A., Catequesis de adultos. Elementos de metodología, Madrid, CCS 1994, 28-32.

[7] MARTIN VELASCO J., La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea, , Santander, Sal Terrae.
19.

[8] Cf A.TORRES QUEIRUGA, Creer de otra manera, Madrid, PPC 1999; ID., Fin del cristianismo premoder­no. Retos hacia un nuevo horizonte, Santander, Sal Terrae 2000.

[9] Véanse, por ejemplo, la descripción y referencias de J.MARTIN VELASCO, El malestar religioso de nues­tra cultura, 18-20; L.GONZALEZ-CARVAJAL, Evangelizar en un mundo poscristiano, Santander, Sal Terrae 1993.

[10] Cf E.GARCÍA AHUMADA, «Iglesia y sociedad en América Latina», en Nuevo Dic. Cat. 1202.

[11] El año 2000 ha registrado, por primera vez en la historia, un hecho significativo: los musulmanes han lle­gado a ser en el mundo más numerosos que los católicos: J.GONZÁLEZ-ANLEO, El hecho religioso: en vísperas del tercer milenio, «Sinite» 40 (1999)120, 34.

[12] Cf R.BERZOSA MARTÍNEZ, «Iglesia y sociedad en España», en Nuevo Dic. Cat. 1215.

[13] Cf R.BERZOSA MARTÍNEZ, «Nueva religiosidad emergente», en Nuevo Dic. Cat. 1642.

[14] Cf J.M.MARDONES, «Cultura contemporánea», en Nuevo Dic. Cat. 600-605.

[15] Cf J.M.MARDONES, «Cultura contemporánea»,

[16] Cf R.BERZOSA MARTÍNEZ, «Nueva religiosidad emergente», en Nuevo Dic.Cat. 1643.

[17] Cf R.DIAZ-SALAZAR, «La transición religiosa de los españoles», en: R.DIAZ-SALAZAR – S.GINER (Eds), Religión y sociedad en España, Madrid, CIS 1993;             J.MARTIN VELASCO, Metamorfosis de lo sagrado y futuro del cristianismo, Santander, Sal Terrae 1998.

[18] Cf J.GONZÁLEZ-ANLEO, «Luces y sombras de la juventud actual», en: UNIV. PONT. SALAMANCA – INST. SUP. DE PASTORAL, La Iglesia y los jóvenes a las puertas del siglo XXI, 39-40.

[19] Cf F.MERLOS, «Comunicación, lenguaje e inculturación de la catequesis», en SOCIEDAD DE CATEQUE­TAS LATINOAMERICANOS (SCALA), Encrucijadas de la catequesis, 37.

[20] En Inglaterra es ya proverbial la expresión: «Believing without belonging» (creer sin pertenecer): cf J.MAR-TIN VELASCO, La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea, 60.

[21] Cf GARCÍA AHUMADA E., «Iglesia y sociedad en América Latina», en Nuevo Dic. Cat. 1202-1209. Un re­to especial representa la difusión de la New Age, «verdadera bomba de relojería en los más profundo del Cristianismo»: R.BERZOSA MARTÍNEZ, «Nueva religiosidad emergente», en Nuevo Dic. Cat. 1642.

[22] J.MARTIN VELASCO, Presencia evangelizadora y compromiso de los cristianos, «Teología y catequesis» (1987) 23/24, 539.

[23] P.C.RIVOLTELLA, «Comunicazione», en: M.MIDALI – R.TONELLI (Eds), Dizionario di Pastorale Giovanile, 2 ed., Leumann (Torino), Elledici 1992, 199.

[24] G.ADLER, «L’avenir de l’enseignement religieux?», in: R.BRODEUR – G.ROUTHIER (Eds), L’enseignement religieux: questions actuelles, Ottawa-Paris-Bruxelles, Novalis-Le Cerf-Lumen Vitae 1996, 144.

[25] A.FOSSION, La catéchèse dans le champ de la communication. Ses enjeux pour l’inculturation de la foi, Paris, Cerf 1990, 341.

[26] Cf J.MARTIN VELASCO, El malestar religioso de nuestra cultura, 9; A.TORRES QUEIRUGA, Fin del cristia­nismo premoderno. Retos hacia un nuevo horizonte, Santander, Sal Terrae 2000

[27] Cf A.TORRES QUEIRUGA, Creer de otra manera, Madrid, PPC 1999; L.GONZALEZ-CARVAJAL, Los cris­tianos del siglo XXI. Interrogantes y retos pastorales ante el tercer milenio, Santander, Sal Terrae 2000


ALBERICH E., Catequesis evangelizadora, Manual de Catequética fundamental, Quito, Abya Yala, 2003

Por Emilio Alberich Sotomayor SdB  Presidente de la Asociación Española de Catequetas,  Profesor emérito de la Universidad Pontificia Salesiana de Roma

Por Emilio Alberich Sotomayor SdB Presidente de la Asociación Española de Catequetas, Profesor emérito de la Universidad Pontificia Salesiana de RomaCatequesis Evangelizadora (para imprimir)

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Il Papa buono (TV) – 2003 – Juan XXIII

MI0001069857
El Santo Padre Juan XXIII (TV)
TÍTULO ORIGINAL Il Papa buono (TV)
AÑO
2003
DURACIÓN
193 min.
PAÍS
DIRECTOR Ricky Tognazzi
GUIÓN Ricky Tognazzi, Marco Roncalli, Fabrizio Bettelli, Simona Izzo
MÚSICA Ennio Morricone
FOTOGRAFÍA Giovanni Canevari
REPARTO Bob HoskinsRoberto CitranSergio Bini BustricCarlo CecchiFabrizio VidaleFrancesco VendittiJohn LightFrancesco Carnelutti
PRODUCTORA MediaTrade
GÉNERO Drama | BiográficoReligión
SINOPSIS Juan XXIII, fue Papa durante 4 años (1959-1963), en un periodo de profundos cambios y durante una época que fue testigo de los acontecimientos más destacados del siglo XX. En este extraordinario periodo histórico, de alta tensión internacional, el Papa Juan XXIII lanzó un contundente mensaje de paz al mundo entero, y la Iglesia se volvió hacia él como nunca antes en la historia de la cristiandad. Fue el Papa que puso en cuestión el poder de la Iglesia con el Concilio Vaticano II, toda una revolución que hizo a la Iglesia Católica reflexionar sobre sí misma y sus hipocresías a lo largo de la historia, que la habían ido alejando progresivamente del mensaje de Cristo, así como sobre las nuevas necesidades del hombre moderno… (FILMAFFINITY)

A modo de introducción: Catequética

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A modo de introducción

Catequética [1]

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En este comienzo de nuevo milenio to­do nos invita a dar un nuevo impulso a la actividad y renovación pastoral. Son tantas y tan radicales las transformaciones de nuestra sociedad que resulta imposible prever el futuro que nos espera. También el cristianismo, la Iglesia y las acciones eclesiales, ante nuevos y cruciales retos, están invitados a caminar por sendas inéditas difíci­les de imaginar. Y todo hace pensar que el nuevo milenio va a ser muy distinto del an­terior.

También en el ámbito pastoral y cate­quístico nos está permitido soñar. Con realismo, pero también con entusiasmo, los signos de los tiempos nos están pidiendo un relanzamiento pastoral y un acto de fe en el paso del Espíritu por nuestro mundo agitado y prometedor. Las instancias ecle­siales nos están llamando a un nuevo im­pulso en la proposición de la fe y en el fer­vor evangelizador. Y sabemos que la cate­quesis, instrumento privilegiado de forma­ción cristiana y del crecimiento en la fe, si­gue siendo una pieza fundamental para la renovación eclesial. Hoy la Iglesia, pode­mos decir, necesita un salto cualitativo en el esfuerzo de formación de sus hijos, pues están definitivamente superados la situa­ción de «cristianidad» y los canales tradi­cionales de transmisión de la fe. Cuanto hizo en su tiempo el Concilio de Trento para la formación de los sacerdotes, sobre todo con la creación de los seminarios, hoy lo debe hacer la iglesia para la generalidad de los cristianos, hombres y mujeres que de­ben poder ostentar una opción personal de fe y una vida cristiana auténtica y convin­cente.

La catequética como disciplina

La catequética o ciencia catequética es la disciplina que se ocupa de la catequesis, en el contexto de la práctica pastoral de la Iglesia. Hoy día su existencia y legitimidad están consolidadas en el ámbito de la refle­xión y de la praxis eclesial. Se trata de una disciplina relativamente reciente pues, aunque la catequesis es una actividad anti­gua como la Iglesia, no se puede decir lo mismo de la catequética, que ha surgido y se ha ido configurando a lo largo de los dos últimos siglos.[2]

Se puede colocar el comienzo de nues­tra disciplina en el año 1774 cuando, por disposición de la emperatriz María Teresa de Austria, se introdujo en las escuelas de teología del imperio austro-húngaro la en­señanza de la catequética, o como discipli­na a se o como parte de la teología pasto­ral.[3] Pero en realidad, la catequética co­menzará a desarrollarse con un cierta amplitud y rigor solamente hacia finales del siglo XIX, dentro del denominado movimiento catequético, es decir, de la flora­ción de ideas e iniciativas que, desde las últimas décadas del siglo XIX hasta el Con­cilio Vaticano II, tratará de renovar la teo­ría y la práctica de la catequesis bajo el in­flujo de nuevas corrientes culturales, espe­cialmente pedagógicas y psicológicas.[4] Por eso la catequética, nacida en el con­texto teológico de la reflexión pastoral, ha experimentado bien pronto el impacto de las nuevas ciencias humanas, sobre todo en campo educativo.

Se puede decir que, en su desarrollo, la reflexión catequética ha tenido siempre un doble polo de referencia, teológico y pedagógico, con alternancia de acentos: más pedagógico en las primeras décadas del siglo XX, dominado por la preocupación metodológica y didáctica, y más teológico en la etapa «kerigmática» del movimiento catequético, centrado en el problema del contenido de la catequesis.[5]

De esta doble pertenencia y fluctuación continua dan fe las vicisitudes y alternan­cias de dos denominaciones, «pedagogía religiosa» y «catequética», para designar nuestra disciplina, junto a otras expresio­nes de significado similar: pedagogía cate­quística, pedagogía del catecismo, pedagogía cristiana, metodología catequética, metodología de la educación religiosa, cate­quética pastoral, etc.[6] Es una fluctuación que, si por una parte denota la riqueza y complejidad del acto catequético, por otra será una fuente constante de tensión y de discrepancia en el desarrollo de la discipli­na.

A partir del Vaticano II, la catequética ha conocido un período de relativa fecun­didad y expansión, estimulada por el nuevo clima de repensamiento global de la ac­ción pastoral y por el progreso de la refle­xión epistemológica. Hoy día se puede de­cir que la consolidación de la joven disci­plina queda asegurada por la existencia de varios Centros e Institutos de catequética, por la abundancia de publicaciones e in­vestigaciones en este campo y por su pre­sencia institucionalizada en ámbito acadé­mico.

La catequética: identidad y divisiones

La catequética recibe su identidad del objeto de que se ocupa, la catequesis, en sus más variadas manifestaciones: ense­ñanza religiosa, iniciación sacramental, iti­nerario catecumenal, grupos de reflexión, camino organizado de fe, etc. La catequé­tica como disciplina es, concretamente, la reflexión sistemática y científica sobre la catequesis, con vistas a la comprensión, profundización y actuación de esta impor­tante acción educativa y pastoral.

Dada la complejidad y variedad del ob­jeto estudiado, la catequética admite en su seno varias divisiones y modalidades, según los contextos teológicos y culturales en que se desarrolla. Algunos autores dis­tinguen, por ejemplo, entre catequética fundamental, material y formal.[7] Por catequética fundamental se entiende el estudio de las condiciones básicas, identidad y di­mensiones fundamentales de la acción ca­tequética. La catequética material tiene co­mo objeto el contenido de la catequesis: estructura y articulación del mensaje, te­mas a tratar, criterios de selección, fuentes del contenido, etc. Finalmente, la catequé­tica formal se ocupa de los aspectos meto­dológicos y pedagógicos de la transmisión catequética: métodos, estructuras, agentes, lenguajes, programación, etc. Otros auto­res distinguen simplemente entre catequé­tica fundamental (o generan y catequética especial o diferencial, ésta última dividida a su vez según los diferentes destinatarios de la catequesis: niños, jóvenes, adultos, minusválidos, padres, etc. o con respecto a los diferentes ámbitos o lugares de la cate­quesis: familia, escuela, parroquia, asocia­ción, etc.[8]

Originalidad del discurso catequético

El punto de vista catequético debe res­petar la originalidad y carácter específico de la catequesis, concebida con demasia­da frecuencia como simple divulgación de contenidos teológicos. Durante la edad moderna (la «época del catecismo») ha es­tado vigente esta concepción: muchos ca­tecismos han tenido como autores o inspi­radores a teólogos y han sido pensados co­mo síntesis teológicas divulgativas.

Es evidente que la teología jugará siem­pre un papel importante respecto a la catequesis. En cuanto reflexión sistemática sobre la fe y la praxis eclesial, conserva una función de esclarecimiento y sistematiza­ción que no puede ser ignorada en el pro­ceso catequético de educación de la fe. Pero, por otro lado, no hay que olvidar la necesaria distinción entre las dos funciones eclesiales, que tiene motivaciones y cometidos diferentes. La teología, especialmente sistemática, responde a la necesidad de dar fundamento y profundidad científica a la vivencia de la fe, mientras que la catequesis, se pone al servicio del crecimiento de las personas y grupos concretos, en un proceso existencial de integración del mensaje cristiano en el contexto vital de sus situaciones, problemas y expectativas. siguen por lo tanto dos lógicas diferentes más intelectual la primera y más comunicativa la segunda.


[1] Cf. E. Alberich, Catequesis evangelizadora, Manual de Catequética fundamental, Quito, Abya Yala, 2003, 5-10.

[2] Cf G. STACHEL, «Catéquética», en Dic.Cat. 167-168; e. Alberich, «Catequética», en Nuevo Dic.Cat. 411-417; g. adler et al., La compétence catéchétique. Suite aux travaux du Congrés de 1’Equipe Européenne de Catéchése á Gazzada (Italie) en mai 1988, Paris, Desclée 1989; j.gevaert Studiare catechetica, 5 Ed. Roma, UPS-FSE- Istituto di Catechetica 2001.

[3] Cf p.braido, Lineamenti di storia della catechesi e dei catechismi. Dal «tempo delle riforme» all’etá degli imperialismi (1450-1870), Leumann (Torino), Elledici 1991, 323-339.

[4] Cf u. Gianetto, «Movimiento catequético» en Dic.Cat. 581-582.

[5] Cf e. Alberich, «kerimatica (Catequesis) », en Dic.Cat. 494-497.

[6] Cf u. Gianetto, «Catequética (Manuales de)», en Dic.Cat. 168-171.

[7] Es la división usada a menudo por los autores alemanes: cf w. Nastainczyk, Formalkate­chetik, Freiburg, Seelsorge Verlag 1969.

[8] Cf J. J.rodríguez medina, Pedagogía de la fe, Salamanca, Sígueme 1972, 32-34.

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