NUEVOS RETOS A LA CATEQUESIS HOY- ALBERICH E., Catequesis evangelizadora, Manual de Catequética fundamental, Quito, Abya Yala, 2003.
NUEVOS RETOS A LA CATEQUESIS HOY
El problema catequético en el contexto cultural y pastoral de nuestro tiempo
Parece oportuno que una reflexión sobre la identidad y tarea de la catequesis hoy, parta de la observación atenta de la situación concreta en la que se encuentra, no sólo la catequesis, sino todo el conjunto de la acción de la Iglesia en el mundo actual. Se evita así que la reflexión se quede en lo abstracto, lejos de los problemas y de los retos que concretamente lanza a la acción pastoral de la Iglesia el contexto sociocultural.
1. La situación actual: luces y sombras
Una mirada a la concreta situación de la pastoral y de la catequesis, en la mayor parte de nuestros países, arroja un balance que podemos considerar problemático. Más de cuarenta años después de la conclusión del Concilio Vaticano II (1962-1965) cabe preguntarse: ¿dónde queda la renovación de la catequesis, promovida primero por el movimiento catequético y después en el período conciliar y posconciliar? ¿Se ha conseguido la esperada reforma, o hay que admitir que muchas esperanzas han quedado defraudadas? ¿Funciona hoy la catequesis? ¿Tiene futuro la catequesis en la Iglesia?
1.1. La gran esperanza del cambio conciliar
El Vaticano II ha sido sin lugar a dudas el evento eclesial más importante del siglo XX, y aunque sobre el tema de la catequesis ha dicho más bien poco, su impacto real en el ámbito catequético ha sido determinante y profundo. Se trata del influjo sobre todo indirecto, pero no menos decisivo, de todo el conjunto del pensamiento conciliar, que ha revisionado en forma consistente los elementos básicos de la identidad de la catequesis,es decir, su objeto o contenido (la palabra de Dios), su objetivo (la fe como respuesta a la palabra) y el polo institucional y comunitario (la Iglesia). Basta pensar en los grandes documentos conciliares relativos a estas tres realidades: la palabra, la fe y la Iglesia (DV, AG, LG, GS).
Se puede decir que el Concilio ha traído consigo un nuevo modo de comprender la catequesis,[1]poniendo punto final a toda una época, la edad moderna, caracterizada por el uso preponderante de los catecismos y por la importancia dada a la memorización de las fórmulas catequísticas. La reforma conciliar invita a volver a la fuente primaria de la palabra de Dios, a reflexionar sobre ella en función de la educación y crecimiento de la fe y a ubicar la catequesis en un proyecto renovado de Iglesia.
El período posconciliar, al menos hasta los años 80, ha sido un tiempo de enorme fecundidad y búsqueda en campo catequético. Con el impulso de las ideas conciliares surgió todo un conjunto de iniciativas, reflexiones y problemas que fueron delineando el «nuevo rostro» de la catequesis, con algunos rasgos característicos que por muchos años han dominado la escena catequética: primacía de la evangelización, redescubrimiento de la Biblia, dimensión antropológica, sensibilidad socio-política, prioridad de los adultos, centralidad de la comunidad, irrupción del audiovisual y de los medios, etc. Toda una serie de actividades, documentos, congresos y publicaciones ha marcado el camino de una renovación que deseaba responder a los nuevos retos de una sociedad profundamente cambiada.
Conjunto de iniciativas que fueron delineando el nuevo rostro de la Catequesis:
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- primacía de la evangelización,
- redescubrimiento de la Biblia,
- dimensión antropológica,
- sensibilidad socio-política,
- prioridad de los adultos,
- centralidad de la comunidad,
- irrupción del audiovisual y de los medios
Pero hoy surge espontánea la pregunta: ¿dónde estamos? ¿han dado sus frutos estos esfuerzos de renovación? Una mirada a la práctica catequética actual nos muestra un panorama muy rico y complejo, lleno de aspectos positivos y negativos.
1.2. La situación actual de la catequesis: un sistema en crisis
En la situación pastoral y catequética actual no faltan ciertamente las luces, es decir, experiencias positivas, prometedoras, abiertas al futuro: el boom de los catequistas laicos, la floración de nuevas formas de comunidad, de ministerios laicales, el aumento de la demanda de formación religiosa, formas nuevas de estudio y lectura popular de la Biblia, el auge impresionante de itinerarios catecumenales, avances en el protagonismo de la mujer, experiencias de catequesis familiar, de diálogo intercultural e interreligioso, etc. Todo esto es motivo de esperanza y signo anunciador de una realidad eclesial que silenciosamente crece desde la base.[2]
Pero hay que reconocer que, en su forma masiva y tradicional, la catequesis muestra hoy signos evidentes de una grave crisis.[3]Se constatan no pocos síntomas de un malestar y una insatisfacción que denotan la existencia de un problema muy serio. Se puede decir que el «sistema» tradicional de la catequesis no funciona bien, no produce los frutos deseados. Basta pensar en algunos hechos y problemas bien conocidos:[4]
Crisis del proceso tradicional de iniciación cristiana
Es una constatación preocupante: en muchos lugares la catequesis de iniciación en realidad no «inicia» sino que, paradójicamente, «concluye». Es el fracaso del proceso tradicional de iniciación cristiana. Con frecuencia la confirmación (llamada «el sacramento del adiós» o «el último sacramento») coincide para muchos jóvenes con el final de la práctica religiosa, y tal vez de la fe cristiana. En algunos lugares la primera comunión se ha convertido, de hecho, en la «última comunión». He aquí la paradoja y el fracaso: el proceso de «iniciación» cristiana llega a ser para muchos un proceso de «conclusión» de la vida cristiana.
Crisis del lenguaje y mensaje catequéticos
El lenguaje de la comunicación catequética sigue siendo una cuestión pendiente.[5] Con frecuencia la catequesis no logra presentar el mensaje cristiano de manera convincente y significativa para nuestros contemporáneos. Desde muchos puntos de vista, hay que reconocer que la catequesis tradicional no es significativa y no comunica. Un documento catequético latinoamericano lo expresa de forma paradójica:
«Uno de los problemas más graves que enfrenta hoy la catequesis es el de la comunicación. En la Iglesia hay una gran incomodidad, porque su forma de comunicar el evangelio suele ser pobre y sin calidad. A menudo se tiene la impresión de que utiliza lenguajes que nadie entiende, se dirige a auditorios que ya no existen y responde a preguntas que nadie tiene o a problemas que nadie vive» (CAL 131).
En gran parte la catequesis no comunica un mensaje comprensible y significativo para los hombres y mujeres de hoy. Tenemos un ejemplo en el ámbito de los subsidios catequéticos y de los catecismos, incluso oficiales. No faltan esfuerzos generosos y resultados apreciables, pero constatamos que muchos instrumentos catequéticos son buenos desde el punto de vista bíblico y teológico, pero inadecuados y poco eficaces desde el punto de vista catequético.
Pocos avances en la catequesis con adultos
La catequesis, en casi todas nuestras comunidades, sigue siendo sobre todo catequesis infantil. Desde hace años se insiste en la urgencia de la catequesis de adultos (DGC 59. 275), para favorecer el crecimiento de una fe adulta en una Iglesia adulta. Pero la realidad queda todavía muy lejos y la catequesis de adultos avanza con dificultad, mientras que la mayor parte de los esfuerzos catequéticos siguen siendo para niños y adolescentes. De ahí el carácter a menudo infantilizante de la catequesis, que queda muy lejos de las exigencias de una fe adulta en el mundo de hoy.[6]
Insuficiente formación de catequistas y agentes pastorales
Pese a los innegables esfuerzos en el campo de la formación, se debe reconocer que nuestra pastoral se resiente por la falta de adecuada formación en sus agentes y responsables.El problema adquiere relieve preocupante en el caso de los sacerdotes y seminaristas, que por lo general adolecen de una falta crónica de preparación adecuada en el ámbito pastoral en general y catequético en especial.Pero también la formación de los catequistas, a pesar de loables iniciativas, deja mucho que desear y queda muy lejos de responder a las necesidades actuales.
1.3. Dificultades en la práctica pastoral
También en el amplio contexto de la praxis pastoral nos encontramos hoy con serios y acuciantes problemas. Naturalmente, se dan muchos logros y experiencias positivas, pero muchos puntos críticos dan que pensar. Recordamos algunos.
Crisis de la transmisión de la fe y de la socialización religiosa
Estamos ante una crisis muy seria, tanto del proceso de socialización educativa en general como de la transmisión religiosa en particular. En la Iglesia, concretamente, la quiebra en la transmisión de la fe provoca un fallo alarmante de relevo generacional.
En un contexto bastante generalizado de «ausentismo educativo» y de «cultura de la libertad»,se constata un grave vacío en las propuestas y en la eficacia de la educación. Los mecanismos de transmisión de las creencias y valores fallan en las agencias educativas tradicionales. Si en tiempos pasados estas agencias – familia, escuela e Iglesia – ejercían una influencia decisiva, hoy son sobre todo la cultura ambiental y los medios de comunicación los que triunfan como agencias socializadoras. Y esto afecta particularmente a la comunicación religiosa:las convicciones y comportamientos religiosos ya no pasan fácilmente de una generación a la otra.
El sueño ideal de la evangelización
La opción evangelizadora ya hace tiempo que ocupa el centro de la atención pastoral de la Iglesia, pero cabe preguntarse hasta qué punto se traduce de hecho en praxis eclesial eficiente:
«llevamos dos o tres décadas proclamando que es la hora de la evangelización, de la “nueva evangelización”, pero todo se queda en ríos de palabras y discursos, y la evangelización no progresa, porque somos incapaces de poner a la Iglesia, de ponernos a nosotros mismos en estado de evangelización» [7].
Todo da a entender que, en la práctica concreta, no se va más allá de una serie de pequeñas adaptaciones y añadiduras que en el fondo siguen manteniendo el estilo tradicional de «cristiandad» heredado del pasado. El ambicioso proyecto de la evangelización, o de la «nueva evangelización», sigue siendo en realidad un ideal pastoral que queda todavía por realizar.
Separación entre fe y cultura
Hoy en la Iglesia es bastante unánime la denuncia de la distancia impresionante que existe entre la comunicación de la fe y la cultura de nuestro tiempo, como ya hiciera en forma lapidaria Pablo VI: «la ruptura entre Evangelio y cultura es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo» (EN 20). Nuestra experiencia pastoral y religiosa adolece de un grave desfase cultural que compromete seriamente la eficacia del anuncio evangélico y del testimonio cristiano.[8]
La pastoral sacramental: ¿un callejón sin salida?
Este sector pastoral, visto en su conjunto, suscita perplejidades. Bautizos, primeras comuniones, bodas, funerales, aniversarios: estamos ante ceremonias y ritos sagrados que no parecen corresponder a una vivencia real de fe cristiana. Si los sacramentos son de por sí «signos de fe», los agentes pastorales saben cuán difícil es querer ofrecer sacramentos a quienes piden un rito de paso o el cumplimiento de un imperativo social. Hay una desproporción tal entre «demanda» y «oferta», en esta «negociación» pastoral, que al final queda muy a menudo una sensación de amargura y de frustración.
1.4. Ahondando más: ¿tiene futuro el cristianismo?
Decididamente, la situación religiosa actual es compleja, variada, muy problemática. Fenómenos como la disminución masiva de la práctica religiosa, la secularización, la desafección de los jóvenes, la escasez de vocaciones y la crisis de credibilidad de la Iglesia hacen pensar en un ocaso quizás irreversible de la vida cristiana en muchos países. Por eso se habla, sobre todo en Europa, de crisis profunda del cristianismo.
Al respecto no faltan diagnósticos preocupados, alarmantes.[9] Se habla de crisis profunda, crisis de la Iglesia, «verdadera catástrofe», «crisis de Dios» (Gotteskrise: J.B. Metz). Se recurre a las imágenes del eclipse, del invierno, de la demolición. El cristianismo, se dice, se parece a los andamios que han servido para la construcción de la cultura occidental, pero que ahora son ya inútiles; o a un conjunto de bellas ruinas que se admiran en un museo o que se utilizan como piezas ornamentales. Hay quien se pregunta si seremos nosotros quizás los últimos cristianos.
En algunos lugares el catolicismo parece estar en decadencia, en retirada, mientras que otras denominaciones, como los protestantes y evangélicos,[10] o como el Islam, aumentan sus prosélitos.[11] A nadie se le oculta la quiebra, a veces vertiginosa, de la práctica y creencias religiosas,[12] la expansión de las sectas, la difusión en la sociedad de un neopaganismo ambiental y de la cultura de la indiferencia religiosa.[13] Por lo que se ve, el problema de la catequesis se enmarca hoy en un contexto problemático de insospechadas proporciones.
2. Un intento de interpretación: ¿por qué todo esto?
Frente a una situación tan problemática nos preguntamos: ¿por qué todo esto? ¿por qué el «sistema» pastoral y catequético funciona tan mal? ¿qué está pasando?
2.1. Algunas explicaciones insuficientes
Naturalmente las respuestas a estas preguntas son y pueden ser muchas. Algunas se nos antojan claramente insuficientes, incluso banales. Como éstas:
- La culpa es sobre todo del mundo y de la cultura de hoy. La sociedad y la nueva cultura ignoran prácticamente la dimensión religiosa.
- La responsabilidad se debe buscar dentro de la realidad eclesial y pastoral. En el fondo, la culpa es de la Iglesia, de los sacerdotes, de la pastoral, de la catequesis.
- La culpa es de los destinatarios de la obra catequética, jóvenes y familias, que no están bien dispuestos ni verdaderamente interesados en la vida de fe. Nosotros somos vendedores de un producto que nadie quiere.
- Todo esto ocurre porque hemos abandonado la catequesis sistemática tradicional. La culpa la tiene en el fondo la transformación catequética posconciliar.
- No hay que dar importancia al alejamiento de los jóvenes: ¡ya volverán!
Aún teniendo en cuenta la parte de verdad que estas posiciones contienen, no parece posible dar respuestas tan simples y perentorias. Ciertamente la situación es muy compleja y muy variados los factores en juego. La crisis de la catequesis no se debe atribuir solo a la catequesis, ni solamente a la acción pastoral. Se impone una consideración en cierto modo «sistémica», que no pierda de vista la complejidad de la situación y haga un esfuerzo serio de análisis e interpretación.
Y no solo el contexto, el «campo del mundo» (DGC 17-23), se presenta hoy enormemente transformado respecto al pasado, sino también el mismo hecho religioso, en sus varias manifestaciones, aparece hoy profundamente cambiado. De aquí la necesidad de una consideración atenta de los distintos factores implicados en el problema.
2.2. Factores sociopolíticos y económicos
En estos ámbitos nuestra sociedad está caracterizada -aunque en forma distinta según los países – por todo un conjunto de transformaciones que delatan un dinamismo acelerado difícilmente controlable. Algunas manifestaciones del cambio son bien conocidas, y bastará recordarlas: la globalización; la complejidad y pluralismo de la sociedad; el desequilibrio e injusticia en la distribución de la riqueza; el desarrollo científico y tecnológico; la comunicación social y mediática; la transformación de la familia y de las instituciones; la explosión de los nacionalismos, fundamentalismos y formas variadas de intolerancia; el (des-)orden económico internacional, etc.
2.3. Los cambios culturales
La acción pastoral de la Iglesia queda siempre condicionada por el contexto cultural en que se desarrolla. De ahí la necesidad de conocer e interpretar adecuadamente la situación cultural de cada país o región, los cambios y tendencias que presenta, los retos que lanza a la misión cristiana.
No podemos ilustrar aquí detalladamente los rasgos de una situación tan compleja, que asume contornos originales en cada región de nuestro mundo y que, en opinión de muchos, presenta los síntomas de una profunda crisis cultural.[14]Pero podemos reseñar algunas mega-tendencias que, de una forma u otra, interesan hoy por hoy a todos los continentes (cf Santo Domingo 252). Nos referimos a las transformaciones culturales relacionadas con la modernidad, la posmodernidad y la sociedad mediática.[15]
- Grandes retos a la fe cristiana y a la Iglesia contienen los valores y exigencias de la modernidad: la secularización, la racionalidad científica y técnica, la emergencia del sujeto, el sentido de la democracia, el deseo de participación. Un diálogo sincero y efectivo entre la fe cristiana y la modernidad es todavía en gran parte una cuestión pendiente.
- También la «posmodernidad», en cuanto reacción contra los excesos y mitos de la modernidad, interpela la conciencia cristiana con sus características, que contienen aspectos negativos pero también nuevas oportunidades: la crisis de las ideologías y de los «megarelatos», el «pensamiento débil», la crisis de los valores y de identidad, la ausencia de sentido histórico, el gusto de la fragmentación y de la provisionalidad.
- Finalmente, el mundo fascinante y ambiguo de la sociedad mediática y de la comunicación, con su influjo enorme y sus transformaciones culturales, lanza a no dudar un reto de gran envergadura al cristianismo y a sus expresiones tradicionales.
Dentro del contexto de las transformaciones culturales ocupa un lugar particularmente importante para nuestro tema la situación del hecho religioso en la sociedad actual.
2.4. La religión hoy: transformaciones y ambigüedades
Es muy curiosa la situación del hecho religioso en el mundo actual. Si por un lado es evidente la pérdida de relevancia social de la religión, hay que constatar por otro lado la persistencia y «retorno» del sentimiento religioso, un cierto «renacimiento de lo sagrado»,[16]tanto en las expresiones de la religiosidad popular como por la difusión de nuevas sectas y movimientos religiosos. De ahí que, en vez de utilizar categorías interpretativas negativas y totalizantes («secularización», «descristianización», «eclipse de lo sagrado», etc.), sea más objetivo hablar simplemente de «transformación» del hecho religioso, de «recomposición» de la religión,de «transición religiosa»,de «metamorfosis de lo sagrado».[17]
He aquí una forma de caracterizar la situación religiosa actual, sobre todo en los países de tradición cristiana, en relación con algunos aspectos típicos de nuestra sociedad:
En una sociedad secularizada: la religión pierde relevancia social
La religión y la fe cristiana, consideradas por tanto tiempo como un valor fundamental para la vida, se presentan hoy al contrario como un producto depreciado y poco significativo. Vivir de fe y vivir la fe es algo de lo que se puede prescindir sin graves inconvenientes. La vida sigue otros derroteros, la solución de sus problemas se busca en otros lugares. Muchas personas, sobre todo jóvenes, viven una experiencia de alguna manera sorprendente: que es posible abandonar la fe y la práctica religiosa sin que pase nada, sin sentir las consecuencias negativas que teóricamente deberían seguir a un paso tan grave. La fe es algo de lo que se puede prescindir. Y no se sabe cómo responder a preguntas de fondo como éstas: ¿para qué ser cristiano? ¿vale la pena?
Frecuentemente se responde a esta dificultad con formas más o menos explicitas de abandono, de distancia respecto a las convicciones y comportamientos cristianos. Se dan casos de rechazo explícito, de negación atea o de irreligiosidad declarada, pero es mucho más frecuente la indiferencia religiosa de quién simplemente prescinde del problema religioso, organizando la propia vida al margen de cualquier preocupación o sensibilidad por el tema.
Pero la secularización trae consigo también aspectos positivos: obliga a verificar, purificar y profundizar la propia identidad religiosa.
En una situación de pluralismo: la religión, una opción entre muchas
En una sociedad plural y compleja, el «mercado» religioso se presenta lleno de variados productos, viejos y nuevos, atractivos y ambiguos. Sin el estado de monopolio que poseía antes, la fe cristiana resulta ser un producto entre muchos, en competencia con otras propuestas alternativas. La opción cristiana ya no es la única posible y se ve obligada a ganarse la clientela. Y hasta en cierto sentido el «producto» católico se ve desventajado, puesto que todos creen conocerlo bien.
El pluralismo produce en muchas personas confusión y perplejidad, ya que las distintas ofertas culturales parecen poseer argumentos semejantes de merecimiento. Muchos caen entonces en formas diferentes de agnosticismo: sienten quizás la importancia del tema religioso, pero quedan paralizados y perplejos ante la imposibilidad de dar una respuesta convincente.
Pero el pluralismo, y esto es un aspecto positivo, obliga a reflexionar y a elegir, siempre que se de una verdadera libertad religiosa. De hecho, la religión se presenta hoy como el espacio por antonomasia de la libertad,y esto supone para todos el deber y el derecho de encarar el problema religioso de manera personalizada y libre.
Ante la crisis de las instituciones: la religión oficial poco creíble
La actual crisis de los sistemas e instituciones, incluso religiosas, hace que sus mensajes resulten desacreditados, poco creíbles. En el ámbito católico, sobre todo entre los jóvenes, la Iglesia como institución no goza de gran estima y credibilidad,[18]y la religión oficial es percibida a menudo como un producto descalificado y mal administrado. Hay quien dice que, aunque el «producto» ofertado es en sí de gran calidad (el Evangelio), no lo es en cambio su difusión y comunicación por parte de la empresa que lo administra (la Iglesia).[19]
Esta crisis explica la difusión de una religiosidad en cierto modo salvaje, desligada de las Iglesias oficiales.33 Muchos viven la pertenencia eclesial de manera muy subjetiva: no se atienen a las normas del magisterio eclesiástico, sino que seleccionan personalmente los aspectos que quieren aceptar. Esta «desregulación del creer»[20]es típica de muchos creyentes, incluso practicantes, que viven en forma parcial las creencias y prácticas religiosas (asistencia a misa, sacramentos, etc.) y las normas morales (sobre todo en el sector de la moral sexual y familiar).
Otros adoptan posiciones sincréticas de aceptación de formas religiosas no cristianas, sobre todo en el ámbito de los nuevos movimientos religiosos, mezclando elementos cristianos con otros de diferente procedencia (sectas, New Age, movimientos esotéricos, etc.).[21]
Pero también a este respecto cabe resaltar algunos elementos y aspectos positivos. Las Iglesias en efecto se ven estimuladas por esta crisis a hacer un serio examen de conciencia y a adoptar una voluntad decidida de reforma. Para los creyentes, por otro lado, se impone un talante más critico y más adulto en la propia pertenencia religiosa.
En la cultura posmoderna: la religión, experiencia «provisional»
En una sociedad tentada por la fragmentación y la crisis de valores, la religión corre el riesgo de ser reducida a un producto «de usar y tirar». Son frecuentes las adhesiones parciales, provisionales, fragmentarias. Dan miedo los compromisos a largo plazo, las verdades y valores definitivos. Se prefiere la opción provisional y la experimentación. Muchas personas cambian de «religión» con relativa facilidad durante la vida.
El resultado es una fuerte subjetivización de la propia religiosidad, por la que se vive una aceptación parcial y condicionada, a través del filtro de las apetencias personales. Cada uno se fabrica así una especie de «religión a la carta» (religión «do it yourself» o «patch-work») y «se cocina su propio plato religioso»,de manera fragmentaria y hasta contradictoria.
En todo esto no faltan los aspectos positivos: superación de algunos dogmatismos, personalización de la fe, revaloración de la experiencia, etc.
Ante la separación entre fe y vida, fe y cultura: la religión «in-significante»
Pero, tal vez, la razón más profunda de perplejidad provenga hoy de la separación o divorcio que muchos experimentan entre fe y vida, entre fe y cultura. La fe aparece como extraña e incompatible con la exigencias y valores de la cultura y de la vida. Muchos siguen apegados a tradiciones cristianas o a formas de piedad popular como a una especie de tela de fondo o última referencia que no influye en las decisiones concretas e importantes de la vida. El ámbito de la fe, vivido y expresado en términos culturalmente lejanos, resulta algo existencialmente vacío, éticamente insignificante, culturalmente extraño y estéril.[22]
No es de extrañar que, en esta situación, sean muchos los que prefieren elegir la vida y la cultura, abandonando la fe. O bien, queriendo mantenerse fieles a una tradición religiosa considerada importante, viven la fe cristiana de manera dualista, al margen de la vida, en una especie de esquizofrenia religiosa. Se sienten pertenecientes a dos mundos diferentes: el de la fe y el de la cultura de hoy, sin conexión ni diálogo.
Pero se trata también de una situación que puede acarrear no pocas ventajas. El reto que lanza es tan importante que debería llevar a la búsqueda sincera de significado, a la activación del diálogo con las culturas, de la correlación entre fe y vida.
En la cultura mediática y digital: la religión, realidad fluida, «virtual», «espectacular»
En el sistema dominante de la comunicación social y de los nuevos medios electrónicos, la experiencia religiosa queda frecuentemente reducida a propuesta marginal, insignificante, aplastada por una potentísima máquina socializante. En este mercado abierto de las ofertas culturales, la religión corre el peligro de aparecer como un producto vistoso y fugaz, algo que hace espectáculo.
Por otro lado, los medios son portadores de una nueva mentalidad y de una nueva cultura llenas de riesgos para toda tarea formativa:
«Aunque pensados para la promoción humana, […] abajan el nivel del gusto, deforman la realidad, ofuscan la identidad cultural de los distintos grupos étnicos o sociales. Promotores de una cultura de la emotividad que tiende a debilitar el sentido crítico del individuo, puestos al servicio de las exigencias comerciales de la demanda y oferta, degeneran en mera crónica de cuanto sucede en el mundo sin dejar espacio a la reflexión y acaban fomentando así comportamientos sociales como el conformismo, el pasotismo, la indiferencia».[23]
Los medios fomentan en gran parte una cultura fragmentaria y superficial: se considera verdad, no lo que es verdad, sino lo que aparece; las cosas suceden solo en el momento en que los medios las presentan, comprometiendo la verdad y la profundidad de los problemas afrontados. Esta cultura inducida puede reforzar una mentalidad de consumo, también en el ámbito religioso.
Este cuadro de situación religiosa actual, aunque esquemática, hace ver la magnitud de los retos que el mundo de hoy lanza a la acción pastoral y a la comunicación de la fe. No faltan, como hemos visto, las posibilidades y aspectos positivos, pero dominan e interpelan sobre todo los elementos problemáticos. La respuesta pastoral no podrá ser ni fácil ni superficial.
3. LA RESPUESTA PASTORAL: ¿qué podemos hacer? ¿qué debemos hacer?
En una primera aproximación, veamos qué respuestas está ofreciendo y pensamos que deba ofrecer la Iglesia, interpelada por esta situación, al mundo de hoy, para llevar a cabo su misión de anunciar y actuar el mensaje del Evangelio.
3.1. Algunas respuestas inadecuadas
Frente a la gravedad y complejidad de los problemas a que hemos aludido, no faltan posturas y respuestas pastorales claramente inadecuadas. Por ejemplo:
Distancia cultural y rutina pastoral
Es la posición de los agentes pastorales que infravaloran el factor cultural, sin comprender sus transformaciones y tendencias, mientras siguen aferrados a la práctica tradicional sin el mínimo esfuerzo de análisis y evaluación. No se da un verdadero diálogo cultural y la pastoral va adelante sin planes de programación y evaluación, siguiendo pautas rutinarias y tradicionales. Por su parte, la catequesis mantiene su estilo habitual, con el típico talante doctrinal y sistemático.
Demonización del mundo y de la cultura
Es la posición de quien ve la raíz de todos los males en la cultura y el mundo actual. Es la actitud negativa que G.Adler resume así:
«La condena sin fisuras de una “cultura de muerte”, la restauración, la reducción horizontalista, la huída a la pura interioridad. Estas soluciones tienen el grave defecto, ya sea de rechazar la modernidad, ya sea de evitarla, o de sumergirse en ella sin espíritu crítico, relegando la religión a la esfera privada».[24]
Estas posturas, muy frecuentes, ahondan el surco de desconfianza recíproca entre la Iglesia y el mundo moderno, creando un verdadero obstáculo a los esfuerzos de la evangelización:
«Si la imagen de la Iglesia no atrae mucha simpatía, esto no es ajeno al hecho, según nos parece, de que la Iglesia por su parte ofrece a menudo al mundo una imagen muy negativa de sí misma. Desde este punto de vista, la poca simpatía del mundo hacia la Iglesia parece corresponder perfectamente a la poca simpatía de la Iglesia hacia el mundo».[25]
Cuando se condena y demoniza la situación actual, frente a un mundo considerado perdido, lo normal es que se adopten posiciones fundamentalistas, integristas, doctrinalmente rígidas y llenas de nostalgia por el pasado. Los desenlaces a que se llega son generalmente estos dos:
- la cruzada y la reconquista, para «convertir» el mundo y recuperar espacios perdidos;
- bien la huida del mundo, considerado irrecuperable, para refugiarse en el nido seguro del grupo, del movimiento, de la secta.
3.2. Nuevas opciones pastorales
La conciencia eclesial responde hoy a los nuevos retos con algunas opciones bien conocidas, que enumeramos simplemente y que serán objeto de atenta consideración más adelante:
- «Evangelización» (o «nueva evangelización»), como opción pastoral prioritaria;
- Pastoral misionera, como paso de una pastoral de conservación a una evangelizadora;
- Inculturación, para superar la separación entre fe y cultura;
- Personalización de la fe, como respuesta a un cristianismo sociológico y convencional;
- Comunidades, pequeñas comunidades, como sujeto eclesial y punto de referencia.
Todo parece indicar que el futuro va por ahí. Estas «consignas» diseñan un nuevo planteamiento pastoral, con la opción evangelizadora como fulcro de la nueva visión. Será importante no perderla de vista al encuadrar el problema de la catequesis hoy. Pero no será fácil: la experiencia de las últimas décadas nos dice que estos imperativos pastorales, solemnemente proclamados, están muy lejos de ser llevados a la práctica. La apuesta es más exigente de lo que parece: nos pide un profundo cambio de mentalidad y una verdadera «conversión pastoral».
3.3. Perspectivas de futuro
Pensamos que en el fondo deba prevalecer ante todo una actitud positiva, de abierta simpatía, hacia la cultura y el mundo actual, y hacia la misión evangelizadora de la Iglesia. Esta actitud confiada procede sobre todo de la fe en el amor de Dios hacia el mundo: «Tanto amó Dios al mundo…» (Jn 3, 16)… Sabemos que Dios ama a este mundo, y que nuestra época no es mejor o peor que las otras, es solamente distinta. No tiene sentido pensar que el mundo actual, con su cultura y sus problemas, esté más lejos del Evangelio que el de otras épocas.
Hacia un nuevo cristianismo
Eso sí, hoy se nos pide tomar muy en serio la crisis epocal del cristianismo y asumir la tarea de forjar un nuevo modo de concebirlo y vivirlo. La crisis es en gran medida de orden cultural e institucional, y por lo tanto, no del cristianismo como tal, sino de este cristianismo, de esta realización suya, histórica y concreta, que pertenece al pasado y que reclama hoy una profunda revisión.[26]Y para ello pensamos que se deba buscar y promover un nuevo modelo de cristiano, un tipo renovado de comunidad cristiana, un nuevo y convincente proyecto de Iglesia.
- Ante todo la promoción de un nuevo modelo de cristiano. Algunos prefieren hablar de búsqueda de una nueva identidad, de la necesidad de una nueva espiritualidad cristiana. Hoy está en crisis el modelo tradicional del cristiano, la clásica figura del «buen cristiano» que resulta para muchos hombres y mujeres de hoy trasnochada, insostenible, sin sentido. Ya veremos cómo el perfil renovado del creyente reclama un modo nuevo de vivir la fe, de relacionarse con la Iglesia, con la cultura, con la sociedad.[27] Se presenta sobre todo como «creyente comprometido», más que como «fiel practicante».
- Se desea, además, la creación de un nuevo tipo de comunidad cristiana, espacio de fraternidad vivida y de palabra liberada, de talla humana, capaz de relaciones profundas y auténticas. Se trata de rehacer el tejido comunitario de la Iglesia, por medio de comunidades vivas y convincentes. Se piensa en el futuro de las parroquias y diócesis como auténtica «comunión de comunidades».
- Se tiende en definitiva a la promoción de un nuevo proyecto de Iglesia. La crisis de credibilidad de la institución eclesial y la desafección hacia la Iglesia, sobre todo de los jóvenes, reclaman con insistencia una profunda reforma de la institución y la asunción de la perspectiva eclesiológica del Vaticano II. El modelo soñado de Iglesia presenta algunos rasgos característicos:
- primacía de la fraternidad y de la comunión,
- actitud desinteresada de servicio al Reino en el mundo,
- opción preferencial por los pobres,
- seria reforma institucional y superación del clericalismo, r
- econocimiento de las Iglesias particulares y de los carismas laicales,
- eliminación de las discriminaciones intraeclesiales, etc.
Son temas de gran envergadura que volveremos a encontrar en el recorrido de nuestra reflexión catequética.
Conversión pastoral
Hay que reconocer que en general, a pesar de los esfuerzos y la buena voluntad, la práctica pastoral de las comunidades cristianas no ha caminado al paso de los tiempos, quedándose efectiva y afectivamente apegada a la situación de «cristiandad». Por eso se siente la urgencia de un giro decidido hacia una nueva orientación pastoral, de una verdadera «conversión pastoral».
La pastoral tradicional, centrada sobre todo en la sacramentalización y en la práctica religiosa, no tiene futuro, no siendo capaz de asumir una opción realmente evangelizadora ni de responder a los nuevos desafíos culturales. La opción por la evangelización, en una perspectiva misionera, preve como elementos básicos:
-
- el primer anuncio del Evangelio,
- el diálogo entre fe y cultura,
- la revisión valiente del proceso de iniciación cristiana
- y la promoción de comunidades vivas.
Todo esto en una actitud de simpatía y de comprensión frente al mundo de hoy, aunque sin renunciar a la justa tarea del discernimiento evangélico. Es un estilo pastoral que pide abandonar sin lamentaciones toda visión eclesiocéntrica y todo deseo de reivindicación y reconquista de las posiciones perdidas, superando las frecuentes tentaciones, a que nos referíamos antes, de abandonarse al espíritu de cruzada, o de refugiarse en la rigidez fundamentalista, elitista o sectaria.
Un nuevo paradigma catequético
Finalmente, por lo que se refiere a la catequesis, una visión de futuro trae consigo ante todo la serena convicción de que el modelo «tridentino», que en los últimos siglos ha dominado la escena catequética, está definitivamente superado. El estilo tradicional de la instrucción religiosa doctrinal y moral, codificada en los numerosos catecismos de la edad moderna, pertenece al pasado y ya no responde a las exigencias y desafíos de la comunicación de la fe en el mundo de hoy.
Podremos comprobar que tanto el magisterio catequético oficial como la reflexión de catequetas y pastoralistas proponen hoy una nueva visión de la identidad de la catequesis, el rostro de una catequesis renovada y evangelizadora, al servicio de una fe personalizada y madura y en función del nuevo modelo de cristiano, de comunidad y de Iglesia que los tiempos reclaman.
Podemos decir que la catequesis tiene, sí, un futuro, pero a costa de opciones verdaderamente audaces y comprometidas. Una buena dosis de fe, de valentía y de creatividad serán necesarias para quienes quieren avanzar con esperanza hacia los nuevos horizontes de la terea catequística.
[1] Cf ALBERICH E., La catequesis en el contexto del Concilio Vaticano II y el posconcilio, «Teología y Catequesis» (1993)45-48, 277-292. También en «Medellín» 18 (1992)72, 773-86.
[2] Cf DEPARTAMENTO DE CATEQUESIS DEL CELAM – DECAT, La Catequesis Latinoamericana: Logros, Limitaciones y desafíos, Santafé de Bogotá, Departamento de Catequesis del CELAM – DECAT 1997.
[3] VIOLA R. habla del «desmembramiento» de la catequesis en América Latina: VIOLA R., Salud y enfermedad de la catequesis, «Medellín» 23 (1997)89, 69-74.
[4] Véanse al respecto los agudos análisis de MARTIN VELASCO J., El malestar religioso de nuestra cultura, Madrid, Paulinas 1993; ID., La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea, Santander, Sal Terrae 2002.
[5] Cf MERLOS F., «Hablar de Dios con palabras humanas», en: SOCIEDAD DE CATEQUETAS LATINOAMERICANOS (SCALA), Encrucijadas de la catequesis a la luz del Directorio General para la Catequesis, San José, Costa Rica, CONEC 1999, 34-35.
[6] Cf ALBERICH E.- BINZ A., Catequesis de adultos. Elementos de metodología, Madrid, CCS 1994, 28-32.
[7] MARTIN VELASCO J., La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea, , Santander, Sal Terrae.
19.
[8] Cf A.TORRES QUEIRUGA, Creer de otra manera, Madrid, PPC 1999; ID., Fin del cristianismo premoderno. Retos hacia un nuevo horizonte, Santander, Sal Terrae 2000.
[9] Véanse, por ejemplo, la descripción y referencias de J.MARTIN VELASCO, El malestar religioso de nuestra cultura, 18-20; L.GONZALEZ-CARVAJAL, Evangelizar en un mundo poscristiano, Santander, Sal Terrae 1993.
[10] Cf E.GARCÍA AHUMADA, «Iglesia y sociedad en América Latina», en Nuevo Dic. Cat. 1202.
[11] El año 2000 ha registrado, por primera vez en la historia, un hecho significativo: los musulmanes han llegado a ser en el mundo más numerosos que los católicos: J.GONZÁLEZ-ANLEO, El hecho religioso: en vísperas del tercer milenio, «Sinite» 40 (1999)120, 34.
[12] Cf R.BERZOSA MARTÍNEZ, «Iglesia y sociedad en España», en Nuevo Dic. Cat. 1215.
[13] Cf R.BERZOSA MARTÍNEZ, «Nueva religiosidad emergente», en Nuevo Dic. Cat. 1642.
[14] Cf J.M.MARDONES, «Cultura contemporánea», en Nuevo Dic. Cat. 600-605.
[15] Cf J.M.MARDONES, «Cultura contemporánea»,
[16] Cf R.BERZOSA MARTÍNEZ, «Nueva religiosidad emergente», en Nuevo Dic.Cat. 1643.
[17] Cf R.DIAZ-SALAZAR, «La transición religiosa de los españoles», en: R.DIAZ-SALAZAR – S.GINER (Eds), Religión y sociedad en España, Madrid, CIS 1993; J.MARTIN VELASCO, Metamorfosis de lo sagrado y futuro del cristianismo, Santander, Sal Terrae 1998.
[18] Cf J.GONZÁLEZ-ANLEO, «Luces y sombras de la juventud actual», en: UNIV. PONT. SALAMANCA – INST. SUP. DE PASTORAL, La Iglesia y los jóvenes a las puertas del siglo XXI, 39-40.
[19] Cf F.MERLOS, «Comunicación, lenguaje e inculturación de la catequesis», en SOCIEDAD DE CATEQUETAS LATINOAMERICANOS (SCALA), Encrucijadas de la catequesis, 37.
[20] En Inglaterra es ya proverbial la expresión: «Believing without belonging» (creer sin pertenecer): cf J.MAR-TIN VELASCO, La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea, 60.
[21] Cf GARCÍA AHUMADA E., «Iglesia y sociedad en América Latina», en Nuevo Dic. Cat. 1202-1209. Un reto especial representa la difusión de la New Age, «verdadera bomba de relojería en los más profundo del Cristianismo»: R.BERZOSA MARTÍNEZ, «Nueva religiosidad emergente», en Nuevo Dic. Cat. 1642.
[22] J.MARTIN VELASCO, Presencia evangelizadora y compromiso de los cristianos, «Teología y catequesis» (1987) 23/24, 539.
[23] P.C.RIVOLTELLA, «Comunicazione», en: M.MIDALI – R.TONELLI (Eds), Dizionario di Pastorale Giovanile, 2 ed., Leumann (Torino), Elledici 1992, 199.
[24] G.ADLER, «L’avenir de l’enseignement religieux?», in: R.BRODEUR – G.ROUTHIER (Eds), L’enseignement religieux: questions actuelles, Ottawa-Paris-Bruxelles, Novalis-Le Cerf-Lumen Vitae 1996, 144.
[25] A.FOSSION, La catéchèse dans le champ de la communication. Ses enjeux pour l’inculturation de la foi, Paris, Cerf 1990, 341.
[26] Cf J.MARTIN VELASCO, El malestar religioso de nuestra cultura, 9; A.TORRES QUEIRUGA, Fin del cristianismo premoderno. Retos hacia un nuevo horizonte, Santander, Sal Terrae 2000
[27] Cf A.TORRES QUEIRUGA, Creer de otra manera, Madrid, PPC 1999; L.GONZALEZ-CARVAJAL, Los cristianos del siglo XXI. Interrogantes y retos pastorales ante el tercer milenio, Santander, Sal Terrae 2000
Il Papa buono (TV) – 2003 – Juan XXIII
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A modo de introducción: Catequética
A modo de introducción
Catequética [1]
En este comienzo de nuevo milenio todo nos invita a dar un nuevo impulso a la actividad y renovación pastoral. Son tantas y tan radicales las transformaciones de nuestra sociedad que resulta imposible prever el futuro que nos espera. También el cristianismo, la Iglesia y las acciones eclesiales, ante nuevos y cruciales retos, están invitados a caminar por sendas inéditas difíciles de imaginar. Y todo hace pensar que el nuevo milenio va a ser muy distinto del anterior.
También en el ámbito pastoral y catequístico nos está permitido soñar. Con realismo, pero también con entusiasmo, los signos de los tiempos nos están pidiendo un relanzamiento pastoral y un acto de fe en el paso del Espíritu por nuestro mundo agitado y prometedor. Las instancias eclesiales nos están llamando a un nuevo impulso en la proposición de la fe y en el fervor evangelizador. Y sabemos que la catequesis, instrumento privilegiado de formación cristiana y del crecimiento en la fe, sigue siendo una pieza fundamental para la renovación eclesial. Hoy la Iglesia, podemos decir, necesita un salto cualitativo en el esfuerzo de formación de sus hijos, pues están definitivamente superados la situación de «cristianidad» y los canales tradicionales de transmisión de la fe. Cuanto hizo en su tiempo el Concilio de Trento para la formación de los sacerdotes, sobre todo con la creación de los seminarios, hoy lo debe hacer la iglesia para la generalidad de los cristianos, hombres y mujeres que deben poder ostentar una opción personal de fe y una vida cristiana auténtica y convincente.
La catequética como disciplina
La catequética o ciencia catequética es la disciplina que se ocupa de la catequesis, en el contexto de la práctica pastoral de la Iglesia. Hoy día su existencia y legitimidad están consolidadas en el ámbito de la reflexión y de la praxis eclesial. Se trata de una disciplina relativamente reciente pues, aunque la catequesis es una actividad antigua como la Iglesia, no se puede decir lo mismo de la catequética, que ha surgido y se ha ido configurando a lo largo de los dos últimos siglos.[2]
Se puede colocar el comienzo de nuestra disciplina en el año 1774 cuando, por disposición de la emperatriz María Teresa de Austria, se introdujo en las escuelas de teología del imperio austro-húngaro la enseñanza de la catequética, o como disciplina a se o como parte de la teología pastoral.[3] Pero en realidad, la catequética comenzará a desarrollarse con un cierta amplitud y rigor solamente hacia finales del siglo XIX, dentro del denominado movimiento catequético, es decir, de la floración de ideas e iniciativas que, desde las últimas décadas del siglo XIX hasta el Concilio Vaticano II, tratará de renovar la teoría y la práctica de la catequesis bajo el influjo de nuevas corrientes culturales, especialmente pedagógicas y psicológicas.[4] Por eso la catequética, nacida en el contexto teológico de la reflexión pastoral, ha experimentado bien pronto el impacto de las nuevas ciencias humanas, sobre todo en campo educativo.
Se puede decir que, en su desarrollo, la reflexión catequética ha tenido siempre un doble polo de referencia, teológico y pedagógico, con alternancia de acentos: más pedagógico en las primeras décadas del siglo XX, dominado por la preocupación metodológica y didáctica, y más teológico en la etapa «kerigmática» del movimiento catequético, centrado en el problema del contenido de la catequesis.[5]
De esta doble pertenencia y fluctuación continua dan fe las vicisitudes y alternancias de dos denominaciones, «pedagogía religiosa» y «catequética», para designar nuestra disciplina, junto a otras expresiones de significado similar: pedagogía catequística, pedagogía del catecismo, pedagogía cristiana, metodología catequética, metodología de la educación religiosa, catequética pastoral, etc.[6] Es una fluctuación que, si por una parte denota la riqueza y complejidad del acto catequético, por otra será una fuente constante de tensión y de discrepancia en el desarrollo de la disciplina.
A partir del Vaticano II, la catequética ha conocido un período de relativa fecundidad y expansión, estimulada por el nuevo clima de repensamiento global de la acción pastoral y por el progreso de la reflexión epistemológica. Hoy día se puede decir que la consolidación de la joven disciplina queda asegurada por la existencia de varios Centros e Institutos de catequética, por la abundancia de publicaciones e investigaciones en este campo y por su presencia institucionalizada en ámbito académico.
La catequética: identidad y divisiones
La catequética recibe su identidad del objeto de que se ocupa, la catequesis, en sus más variadas manifestaciones: enseñanza religiosa, iniciación sacramental, itinerario catecumenal, grupos de reflexión, camino organizado de fe, etc. La catequética como disciplina es, concretamente, la reflexión sistemática y científica sobre la catequesis, con vistas a la comprensión, profundización y actuación de esta importante acción educativa y pastoral.
Dada la complejidad y variedad del objeto estudiado, la catequética admite en su seno varias divisiones y modalidades, según los contextos teológicos y culturales en que se desarrolla. Algunos autores distinguen, por ejemplo, entre catequética fundamental, material y formal.[7] Por catequética fundamental se entiende el estudio de las condiciones básicas, identidad y dimensiones fundamentales de la acción catequética. La catequética material tiene como objeto el contenido de la catequesis: estructura y articulación del mensaje, temas a tratar, criterios de selección, fuentes del contenido, etc. Finalmente, la catequética formal se ocupa de los aspectos metodológicos y pedagógicos de la transmisión catequética: métodos, estructuras, agentes, lenguajes, programación, etc. Otros autores distinguen simplemente entre catequética fundamental (o generan y catequética especial o diferencial, ésta última dividida a su vez según los diferentes destinatarios de la catequesis: niños, jóvenes, adultos, minusválidos, padres, etc. o con respecto a los diferentes ámbitos o lugares de la catequesis: familia, escuela, parroquia, asociación, etc.[8]
Originalidad del discurso catequético
El punto de vista catequético debe respetar la originalidad y carácter específico de la catequesis, concebida con demasiada frecuencia como simple divulgación de contenidos teológicos. Durante la edad moderna (la «época del catecismo») ha estado vigente esta concepción: muchos catecismos han tenido como autores o inspiradores a teólogos y han sido pensados como síntesis teológicas divulgativas.
Es evidente que la teología jugará siempre un papel importante respecto a la catequesis. En cuanto reflexión sistemática sobre la fe y la praxis eclesial, conserva una función de esclarecimiento y sistematización que no puede ser ignorada en el proceso catequético de educación de la fe. Pero, por otro lado, no hay que olvidar la necesaria distinción entre las dos funciones eclesiales, que tiene motivaciones y cometidos diferentes. La teología, especialmente sistemática, responde a la necesidad de dar fundamento y profundidad científica a la vivencia de la fe, mientras que la catequesis, se pone al servicio del crecimiento de las personas y grupos concretos, en un proceso existencial de integración del mensaje cristiano en el contexto vital de sus situaciones, problemas y expectativas. siguen por lo tanto dos lógicas diferentes más intelectual la primera y más comunicativa la segunda.
[1] Cf. E. Alberich, Catequesis evangelizadora, Manual de Catequética fundamental, Quito, Abya Yala, 2003, 5-10.
[2] Cf G. STACHEL, «Catéquética», en Dic.Cat. 167-168; e. Alberich, «Catequética», en Nuevo Dic.Cat. 411-417; g. adler et al., La compétence catéchétique. Suite aux travaux du Congrés de 1’Equipe Européenne de Catéchése á Gazzada (Italie) en mai 1988, Paris, Desclée 1989; j.gevaert Studiare catechetica, 5 Ed. Roma, UPS-FSE- Istituto di Catechetica 2001.
[3] Cf p.braido, Lineamenti di storia della catechesi e dei catechismi. Dal «tempo delle riforme» all’etá degli imperialismi (1450-1870), Leumann (Torino), Elledici 1991, 323-339.
[4] Cf u. Gianetto, «Movimiento catequético» en Dic.Cat. 581-582.
[5] Cf e. Alberich, «kerimatica (Catequesis) », en Dic.Cat. 494-497.
[6] Cf u. Gianetto, «Catequética (Manuales de)», en Dic.Cat. 168-171.
[7] Es la división usada a menudo por los autores alemanes: cf w. Nastainczyk, Formalkatechetik, Freiburg, Seelsorge Verlag 1969.
[8] Cf J. J.rodríguez medina, Pedagogía de la fe, Salamanca, Sígueme 1972, 32-34.